https://youtu.be/8XcM2BvYm1g

Todos hemos sido heridos por alguien en nuestra vida. El daño puede ser tan severo, la traición tan devastadora, que nunca imaginamos poder perdonar a esa persona. Esto puede representar un problema para los verdaderos cristianos, porque se supone que debemos perdonarnos unos a otros libremente desde el corazón. Quizás recuerde la vez que Pedro le preguntó a Jesús sobre esto.

“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces* —le contestó Jesús.” (Mateo 18:21, 22 Nueva Versión Internacional NVI)

Inmediatamente después de pronunciar el mandato de perdonar 77 veces, Jesús proporciona una ilustración que habla de lo que se necesita para entrar en el reino de los cielos. A partir de Mateo 18:23, habla de un rey que perdonó a uno de sus siervos que le debía una gran cantidad de dinero. Más tarde, cuando este siervo tuvo la ocasión de hacer lo mismo con un compañero que le debía una cantidad de dinero muy pequeña en comparación, el no perdonó. El rey se enteró de esta acción despiadada, y restableció la deuda que le había perdonado anteriormente, y luego hizo que el siervo fuera encarcelado haciéndole imposible pagar la deuda.

Jesús concluye la parábola diciendo: «Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano”. (Mateo 18:35 TNM)

¿Significa eso que no importa lo que una persona nos haya hecho, tenemos que perdonarla? ¿No existen condiciones que nos obliguen a no perdonar? ¿Estamos seguros que debemos perdonar a todas las personas todo el tiempo?

No, no lo estamos. ¿Cómo puedo estar tan seguro de eso? Comencemos con el fruto del espíritu que discutimos en nuestro video anterios. Noten cómo lo resume Pablo

«Mas el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay Ley». (Gálatas 5:22, 23 Biblia de las Américas)

«Contra tales cosas no hay ley». ¿Qué significa esto? Simplemente, significa, que no existe una regla que limite o restrinja el ejercicio de estas nueve cualidades. Hay muchas cosas en la vida que son buenas, pero que en exceso son malas. El agua es bueno, dé hecho, el agua es necesaria para vivir. Sin embargo, si bebes demasiada agua, te matarás. Con estas nueve cualidades no existe tal cosa como demasiado. No puedes tener demasiado amor o demasiada fe. Con estas nueve cualidades, más es siempre mejor. Sin embargo, hay otras buenas cualidades y otras buenas acciones que pueden hacer daño en exceso. Tal es el caso de la cualidad del perdón. Demasiado puede hacer daño.

Comencemos por reexaminar la parábola del Rey en Mateo 18:23.

Después de decirle a Pedro que debia perdonar hasta 77 veces, Jesús proporcionó esta parábola a modo de ilustración. Fíjate en cómo empieza:

«Por lo cual, el Reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Mas a éste, no pudiendo pagar, mandó su señor venderle, y a su mujer e hijos, con todo lo que tenía, y pagar.” (Mateo 18:23-25. Biblia Jubileo 2000)

El rey no estaba de humor para perdonar. Estaba a punto de exigir el pago. ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

«Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, detén la ira para conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor, movido a misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.» (Mateo 18:26, 27 Biblia Jubileo 2000)

El esclavo pidió perdón y se mostró dispuesto a arreglar las cosas.

En el relato paralelo, el escritor Lucas nos da un poco más de perspectiva.

«Así que, ¡cuídense! ‘Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte ‘Me arrepiento’, perdónalo.” (Lucas 17: 3, 4 NVI)

De esto, vemos que, si bien deberíamos estar dispuestos a perdonar, la condición en la que se basa ese perdón es alguna señal de arrepentimiento por parte de quien ha pecado contra nosotros. Si no hay evidencia de un corazón arrepentido, entonces no hay base para el perdón.

«Pero espera un minuto», dirán algunos. «¿No pidió Jesús en la cruz a Dios que perdonara a todo el mundo? Entonces no hubo arrepentimiento, ¿verdad? Pero pidió que fueran perdonados de todos modos.”

Este verso es muy atractivo para que los que creen en la salvación universal. No se preocupen. Al final todo el mundo se va a salvar.

Bueno, busquemos eso.

«Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lucas 23: 34 NVI)

Si busca este versículo en biblehub en inglés o la versión en español, bibliaparalela, también bibliatodo.com, en el modo paralelo se enumera un par de docenas de traducciones bíblicas importantes, no tendrá ninguna razón para dudar de su autenticidad. No hay nada allí que le haga pensar que está leyendo algo más que no sea el canon Bíblico puro. ¿Se puede decir lo mismo de la edición 2016 de la Traducción del Nuevo Mundo, la llamada Espada de Plata? Pero claro que NO, esa versión de la Biblia no fue traducida por eruditos de la Biblia, así que yo no pondría mucha confianza en ella.

No se puede decir lo mismo de la Biblia de Referencia de la Traducción del Nuevo Mundo, me di cuenta de que colocaba el versículo entre corchetes dobles, lo que me hizo buscar la nota a pie de página que decía: אCVgSyc insertan estas palabras entre corchetes; P75BD*WSys las omiten.

Estos símbolos representan códices y manuscritos antiguos que no contienen este versículo. Estos son:

  • Codex Sinaiticus, Gr., siglo IV. C.E., Museo Británico, H.S., G.S.
  • Papiro Bodmer 14, 15, Gr., c. 200 d.C., Ginebra, G.S.
  • Vaticano ms 1209, Gr., siglo IV. C.E., Ciudad del Vaticano, Roma, H.S., G.S.
  • Códices Bezae, Gr. y Lat., siglos V y VI. C.E., Cambridge, Inglaterra, G.S.
  • Evangelios Freer, siglo V. C.E., Washington, D.C.
  • Códice siríaco sinaítico, siglos IV y V. C.E., Evangelios.

Dado que este versículo es discutido, tal vez podamos averiguar si pertenece o no al canon bíblico basándonos en su armonía, o falta de armonía, con el resto de las Escrituras.

En el capítulo nueve de Mateo, versículo dos, Jesús le dice a un paralítico que sus pecados son perdonados, y en el versículo seis  le dice a la multitud «pero el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados» (Mateo 9: 6 TNM).

En Juan 5:22 Jesús nos dice: «…el Padre no juzga a nadie, sino que ha asignado todo el juicio al Hijo…» (BSB).

Dado que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados y que todo el juicio le había sido confiado por el padre, ¿por qué pediría al Padre que perdonara a sus verdugos y a sus partidarios? ¿Por qué no hacerlo él mismo?

Pero hay más. A medida que continuamos leyendo el relato de Lucas, encontramos un desarrollo interesante

Según Mateo y Marcos, los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús lo insultaron. Entonces, uno cambió de opinión.

Leemos:

”Uno de los malhechores que estaban colgados allí Le lanzaba insultos (blasfemias), diciendo: «¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a Ti mismo y a nosotros!» Pero el otro le contestó, y reprendiéndolo, dijo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? «Nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho.» Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino.» Entonces Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»». (Lucas 23:39-43 NBL)

Así que un malhechor se arrepintió, y el otro no. ¿Perdonó Jesús a ambos, o sólo a uno? Todo lo que podemos decir con certeza es que al que pidió perdón se le concedió la seguridad de estar con Jesús en el Paraíso.

Pero aún hay más.

“Desde el mediodía y hasta la media tarde* toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos.” (Lucas 23:44, 45 La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1999)

Lucas también relata que hubo un terremoto. ¿Cuál fue el impacto de estos fenómenos aterradores en la gente que veía la escena?

«El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: –Verdaderamente este hombre era justo Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho.» (Lucas 23:47, 48 La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI® Copyright © 1999)

Esto nos ayuda a comprender mejor la reacción de la multitud de judíos 50 días después, en Pentecostés, cuando Pedro les dijo: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios Lo ha hecho Señor y Cristo (el Mesías).»

Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos, ¿qué haremos?» (Hechos 2:36, 37 NBL)

Los eventos que rodearon la muerte de Jesús, las tres horas de oscuridad, la cortina del templo rasgada en dos, el terremoto… Todas estas cosas hicieron que la gente se diera cuenta de que habían hecho algo muy malo. Se fueron a casa golpeándose el pecho. Entonces, cuando Pedro pronunció su discurso, sus corazones estaban listos. Querían saber qué hacer para arreglar las cosas. ¿Qué les dijo Pedro que hicieran para obtener el perdón de Dios?

¿Dijo Pedro: “Ah, no se preocupen por eso, Dios ya los perdonó, cuando Jesús se lo pidió al P adre cuando estaba muriendo en la cruz en la que ustedes lo pusieron?  Ya ven, gracias al sacrificio de Jesús, todo el mundo se va a salvar. Sólo relájense y vayan a casa».

No, «Entonces Pedro les dijo: » Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.» (Hechos 2:38 NBL)

Tenían que arrepentirse para obtener el perdón de los pecados.

En realidad, hay dos fases para obtener el perdón. Una es el arrepentimiento; para reconocer que te has equivocado. La segunda es la conversión, es decir, apartarse del rumbo equivocado hacia un nuevo rumbo. En Pentecostés, eso significaba bautizarse. Más de tres mil personas se bautizaron ese día.

Este proceso también funciona para los pecados de naturaleza personal. Digamos que una persona te ha defraudado con algo de dinero. Si no reconoce la falta, si no te pide perdón, no tienes la obligación de hacerlo. ¿Y si te pide perdón? En el caso de la ilustración de Jesús, ambos siervos no pidieron que se les perdonara la deuda, sino que se les diera más tiempo. Mostraron un deseo de arreglar las cosas. Es fácil perdonar a alguien que presenta una disculpa sincera, alguien que está herido en el corazón. Esa sinceridad es evidente cuando la persona se esfuerza por hacer algo más que simplemente decir «lo siento». Queremos sentir que no es sólo una excusa falsa. Queremos creer que no volverá a suceder

La cualidad del perdón, como todas las buenas cualidades, está regida por el amor. El amor busca beneficiar al otro. Negar el perdón a un corazón verdaderamente arrepentido no es amor. Sin embargo, otorgar el perdón cuando no hay arrepentimiento también es falta de amor, ya que podríamos estar permitiendo que la persona continúe actuando mal. La Biblia nos advierte: «Como la sentencia contra una mala obra no se ejecuta enseguida, por eso el corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregado enteramente a hacer el mal.» (Eclesiastés 8:11 NBL)

También debemos ser conscientes de que perdonar a alguien no significa que no tenga que sufrir ninguna consecuencia por su maldad. Por ejemplo, un esposo puede pecar contra su esposa cometiendo adulterio con otra mujer, u otro hombre, para el caso. Él puede ser muy sincero, cuando se arrepiente y le pide perdón, entonces ella puede concederle el perdón. Pero eso no significa que el contrato matrimonial no siga roto. Ella todavía es libre de volver a casarse y no está obligada a permanecer con él.

Jehová perdonó al rey David por su pecado al conspirar para asesinar al esposo de Betsabé, pero aun así hubo consecuencias. El hijo de su adulterio murió. También hubo una vez que el rey David desobedeció el mandato de Dios y enumero a los hombres de Israel para determinar su poderío militar. La ira de Dios cayó sobre él y sobre Israel. David pidió perdón.

“….. David dijo entonces al Dios verdadero: «He pecado mucho al hacer esto. Y ahora, por favor, perdona el error de tu siervo, porque he actuado muy neciamente»». (1 Crónicas 21:8)

Sin embargo, todavía había consecuencias. 70.000 israelitas murieron en un azote de tres días provocado por Jehová. Eso no parece justo, podría decirse. Pues bien, Jehová advirtió a los israelitas que habría consecuencias si elegían a un rey humano en lugar de a él. Pecaron al rechazarlo. ¿Se arrepintieron de ese pecado? No, no hay registro de que la nación alguna vez haya pedido perdón a Dios por haberlo rechazado.

Por supuesto, todos morimos de la mano de Dios. Ya sea que muramos de vejez o de enfermedad porque la paga del pecado es la muerte, o que algunos mueran directamente de la mano de Dios como lo hicieron los 70.000 israelitas; de cualquier manera, es sólo por un tiempo. Jesús habló de una resurrección tanto de los justos como de los injustos.

El punto es que todos nos dormimos en la muerte porque somos pecadores y seremos despertados en la resurrección cuando Jesús llame. Pero si queremos evitar la muerte segunda, debemos arrepentirnos. El perdón sigue al arrepentimiento. Lamentablemente, muchos de nosotros preferiríamos morir antes que pedir perdón por algo. Es notable lo aparentemente imposible que es para algunos pronunciar esas dos (2) pequeñas palabras, «me equivoqué», y las otras dos (2), «lo siento”.

Sin embargo, pedir perdón es la forma en que podemos expresar el amor. Arrepentirse por los errores cometidos ayuda a curar las heridas, a reparar las relaciones rotas, a reconectarse con los demás…y reconectarse con Dios.

No te engañes. El juez de toda la tierra no nos perdonará a ninguno de nosotros a menos que se lo pida, y más vale que lo digas en serio, porque a diferencia de nosotros los seres humanos, Jesús, a quien el Padre ha designado para hacer todo el juicio, puede leer el corazón del Hombre.

Hay otro aspecto del perdón que aún no hemos tratado. La parábola de Jesús del Rey y los dos esclavos de Mateo 18 trata de ello. Tiene que ver con la calidad de la misericordia. Lo analizaremos en nuestro video próximo. Hasta entonces, gracias por su tiempo y su apoyo.