Quiero leerles algo que dijo Jesús.  Esto sale de Mateo 7:22, 23 según la versión Reina Valera Contemporanea:

“En aquel día, muchos me dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Pero yo les diré claramente: “Nunca los conocí.”

¿Crees que hay un sacerdote en esta tierra, o un ministro, un obispo, un arzobispo, un Papa, un humilde pastor o padre, o un anciano de la congregación, que piense que será uno de los que griten “¡Señor! Señor!”? Nadie que enseñe la palabra de Dios a otros piensa que vendrá la hora cuando escuchará a Jesús decir: “Nunca te conocí”. Y, sin embargo, la gran mayoría oirá esas mismas palabras. Lo sabemos porque en el mismo capítulo de Mateo, Jesús nos dice que entremos en el reino de Dios por la puerta estrecha, porque ancho y espacioso es el camino que lleva a la perdición y muchos son los que viajan por él. Mientras que el camino de la vida es estrecho y pocos lo encuentran. Un tercio del mundo dice ser cristiano: más de dos mil millones. Yo no llamaría a eso unos pocos, ¿y tú?

La dificultad que tiene la gente para comprender esta verdad es evidente en este intercambio entre Jesús y los líderes religiosos de su tiempo:  Ellos se defendieron alegando, “«Nosotros no hemos nacido de un acto de inmoralidad. Tenemos un padre, que es Dios.» Jesus los dijo, “«Ustedes son de su padre el diablo, y quieren cumplir con los deseos de su padre, quien desde el principio ha sido un homicida. No se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de lo que le es propio; porque es mentiroso y padre de la mentira.»” Eso es de Juan 8:41, 44.

Allí, en marcado contraste, tienes los dos linajes o semillas que fueron profetizados en Génesis 3:15, la semilla de la serpiente, y la semilla de la mujer. La semilla de la serpiente ama la mentira, odia la verdad y habita en las tinieblas. La semilla de la mujer es un faro de luz y verdad.

¿Qué semilla eres tú? Puedes llamar a Dios tu Padre como hicieron los fariseos, pero a cambio, ¿él te llama hijo? ¿Cómo puede saber que no se engaña a si mismo? ¿Cómo puedo saberlo yo mismo?

Hoy en día escucho decir a menudo que no importa realmente lo que crea con tal que ame al prójimo. Todo es cuestión de amor. La verdad es algo muy subjetivo. Usted puede creer una cosa, yo puedo creer otra, pero mientras nos amemos los unos a los otros, eso es lo único que realmente importa.

¿Usted lo cree? Suena razonable, ¿no? El problema es que las mentiras suelen serlo.

Si Jesús se presentara de repente ante usted ahora mismo y le dijera una cosa con la que no está de acuerdo, ¿le diría: “Bueno, Señor, tú tienes tu opinión y yo la mía, pero mientras nos amemos unos a otros, eso es lo único que importa”?

¿Cree que Jesús estaría de acuerdo? ¿Diría: “Bien, de acuerdo entonces”?

¿Son la verdad y el amor cuestiones separadas, o están inextricablemente unidas? ¿Se puede tener una sin la otra, y aún así ganar la aprobación de Dios?

Los Samaritanos tenían su opinión sobre cómo agradar a Dios. Su adoración difería de la de los judíos. Jesús los puso en claro cuando le dijo a la mujer samaritana: “…la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque el Padre busca a los tales para que lo adoren. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. (Juan 4:24 RVR)

Ahora bien, todos sabemos lo que significa adorar en verdad, pero ¿qué significa adorar en espíritu? ¿Y por qué no nos dice Jesús que los verdaderos adoradores que el Padre busca para adorarle adorarán en amor y en verdad? ¿No es el amor la cualidad que define a los verdaderos cristianos? ¿No nos dijo Jesús que el mundo nos reconocería por el amor que nos tenemos unos a otros?

Entonces, ¿por qué no se menciona aquí?

Yo diría que la razón por la que Jesús no lo usa aquí es que el amor es el producto del espíritu. Primero llega el espíritu, luego el amor.  El espíritu produce el amor que caracteriza a los verdaderos adoradores del Padre. Gálatas 5:22, 23 dice: “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. ”

El amor es el primer fruto del espíritu de Dios y, si lo examinamos más de cerca, vemos que los otros ocho son todos aspectos del amor. El gozo es la alegría que produce el amor; la paz es un estado de tranquilidad del alma que es el producto natural del amor; la paciencia es el aspecto del amor que es sufrido, el amor que aguanta mientras espera lo mejor; benignidad es el carácter visible del amor; la bondad es amor en acción; la fidelidad es el amor leal; la mansedumbre es cuando el amor controla el ejercicio del poder de uno;  .

1 Juan 4:8 nos dice que Dios es amor. Es la cualidad que lo define. Así que, si somos realmente hijos de Dios, entonces somos rehechos a la imagen de Dios a través de Jesucristo. El espíritu que nos remodela nos llena de la cualidad divina del amor. Pero ese mismo espíritu también nos guía hacia la verdad. No podemos tener una sin la otra. Consideremos estos textos que vinculan a ambos.

De la Nueva Biblia Latinoamericana:

1 Juan 3:18 – Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

2 Juan 1:3 – La gracia, la misericordia, y la paz estarán con nosotros, de Dios el Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y amor.

Efésios 4:15 – Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquél que es la cabeza, es decir, Cristo,

2 Tesalonicenses 2:10 – y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

Decir que lo único que importa es que nos amemos los unos a los otros, que en realidad no importa lo que creamos, sólo sirve al que es el padre de la mentira.  Satanás no quiere que nos preocupemos por lo que es verdad. La verdad es su enemigo.

Sin embargo, algunos objetarán preguntando: “¿Quién va a determinar cuál es la verdad?”. Si Cristo estuviera delante de usted ahora mismo, ¿haría esa pregunta? Obviamente no, pero no está delante de nosotros ahora mismo, así que parece una pregunta válida, hasta que nos damos cuenta de que, sí, está delante de nosotros.  Tenemos sus palabras escritas para que todos las leamos. De nuevo, la objeción es: “sí, pero usted interpreta sus palabras de una manera y yo de otra, así que ¿quién puede decir cuál es la verdad?”.  Sí, y los fariseos también tenían sus palabras, y más, tenían sus milagros y su presencia física y aun así interpretaron mal.  ¿Por qué no pudieron ver la verdad?  Porque resistieron al espíritu.

“Pero ustedes tienen al Espíritu Santo, que Cristo puso en ustedes. Por eso no necesitan que nadie les enseñe, pues el Espíritu de Dios les enseña todo; y lo que él enseña no es mentira, sino la verdad. Por eso, sigan las enseñanzas del Espíritu Santo, y manténganse siempre unidos a Cristo.” (1 Juan 2: 26, 27 Traducción en Lenguaje Actual)

¿Qué aprendemos de esto? Permítanme ilustrarlo de esta manera: se pone a dos personas en una habitación. Una dice que las personas malas se queman en el fuego del infierno, y la otra dice: “No es así”. Una dice que tenemos un alma inmortal y la otra dice: “No, no lo tienemos”. Una dice que Dios es una Trinidad y la otra dice: “No, no lo es”. Una de estas dos personas tiene razón y la otra está equivocada. No pueden tener razón los dos, ni pueden estar equivocados los dos. La pregunta es ¿cómo se puede saber cuál es la correcta y cuál es la incorrecta? Bueno, si tiene el espíritu de Dios en usted, sabrá cuál es la correcta. Y si no tiene el espíritu de Dios adentro, pensará que sabe cuál es la correcta. Verá, ambos lados saldrán creyendo que su lado está en lo correcto. Los fariseos que orquestaron la muerte de Jesús, creyeron que tenían la razón.

Tal vez cuando Jerusalén fue destruida como dijo Jesús, se dieron cuenta de que estaban equivocados, o tal vez fueron a la muerte creyendo que tenían razón. ¿Quién lo sabe? Dios lo sabe.  El punto es que aquellos que promueven la falsedad lo hacen creyendo que tienen razón.  Por eso corren hacia Jesús al final gritando: “¡Señor! ¡Señor! ¿Por qué nos castigas después de haber hecho todas estas cosas maravillosas por ti?”.

No debería sorprendernos que esto sea así.  Se nos dijo esto hace mucho tiempo.

 “En aquella misma hora se llenó de gran gozo en el espíritu santo, y dijo: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido cuidadosamente estas cosas de los sabios e intelectuales y las has revelado a los pequeñuelos. Sí, oh Padre, porque el hacerlo así vino a ser la manera aprobada por ti.”. (Lucas 10:21 TNM)

Si Jehová Dios le oculta algo, no lo va a encontrar. Si usted es una persona sabia e intelectual y sabe que está equivocado en algo, buscaría la verdad, pero si cree que está en lo cierto, no buscará la verdad, porque cree que ya la ha encontrado.

Así que si realmente quiere la verdad -no mi versión de la verdad, ni su propia versión de la verdad, sino la verdad real de Dios- le recomendaría que ore por el espíritu.  No se deje llevar por todas esas ideas descabelladas que circulan por ahí.  Recuerde que el camino que lleva a la destrucción es ancho, porque deja espacio para muchas ideas y filosofías diferentes. Puede caminar por aquí o puede caminar por allá, pero de cualquier manera está caminando en la misma dirección: hacia la destrucción.

El camino de la verdad no es así. Es un camino muy estrecho porque no puede ir vagando por todos lados y seguir en él. No atrae al ego. Aquellos que quieren mostrar lo inteligentes que son, lo intelectuales y perspicaces que pueden ser descifrando todo el conocimiento oculto de Dios, acabarán siempre en el camino ancho, porque Dios oculta la verdad a esos.

Verá, no empezamos con la verdad, y no empezamos con el amor. Comenzamos con el deseo de ambas cosas; un anhelo. Hacemos el humilde llamado a Dios por la verdad y el entendimiento que hacemos a través del bautismo, y él nos da algo de su espíritu que produce en nosotros su cualidad de amor, y que nos lleva a la verdad. Y dependiendo de cómo se responda, obtendremos más de ese espíritu y más de ese amor y una mayor comprensión de la verdad. Pero si alguna vez se desarrolla en nosotros un corazón santurrón y orgulloso, el flujo del espíritu será restringido, o incluso cortado.

Cuidado, hermanos, por temor de que alguna vez se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo y falto de fe al alejarse del Dios vivo; (Hebreos 3:12)

Nadie quiere eso, sin embargo, ¿cómo podemos saber que nuestro propio corazón no nos engaña haciéndonos creer que somos humildes siervos de Dios cuando en realidad nos hemos convertido en sabios e intelectuales, auto-asumidos y presuntuosos? ¿Cómo podemos controlarnos a nosotros mismos? Lo discutiremos en los próximos videos. Pero aquí hay una pista. Todo está relacionado con el amor. Cuando la gente dice que todo lo que necesitas es amor, no están muy lejos de la verdad.

Muchas gracias por escuchar.